Sin diálogos. Así comienza el primer capítulo de la tercera temporada de The Bear. Lo que supone una sorpresa para una serie que ha dedicado buena parte de su argumento a mostrar, las con frecuencia, caóticas relaciones entre sus personajes. Pero esta vez, los primeros cinco minutos de la temporada, son inusualmente introspectivos. Todos transcurren dentro de la mente de (Jeremy Allen White), que una vez liberado de su encierro accidental en el refrigerador, debe plantearse algunas cosas. Lo que permite a la serie, además, hacer una rápida recapitulación de todo lo que el espectador debe — o saber — para continuar el viaje a través de la tercera temporada. 

Al comienzo, The Bear fue un fenómeno. Uno tan repentino, que muy poca gente supo qué hacer con esta historia de un cocinero renombrado de vuelta al local familiar, en medio de una tragedia que le superaba. La incesante actividad de la cocina, mostraba no solo cómo es el día a día en un restaurante pequeño, en una ciudad grande. A la vez, como Carmy, lidiaba con el duelo y un sufrimiento que le superaba del todo. La primera temporada, asombró por combinar de manera realista los vaivenes de la cocina de un local que podría ser cualquiera, con una metáfora acerca de la redención. Todo, para culminar en un final de temporada sensible y singular que abrió la puerta para su continuación.

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La segunda temporada, apostó más fuerte y enfocó su atención en el resto del personal que se esforzaban por mantener a flote The Original Beef of Chicagoland. Lo que abarcaba el crecimiento de Sydney (Ayo Edebiri), talentosa y que, durante la primera entrega, a menudo tuvo que lidiar con el perfeccionismo de Carmy. Pero los nuevos capítulos, se interesaron más en cómo este equipo de trabajadores, con amor a la cocina y sin mucha preparación, lidiaban todos juntos para sacar un proyecto en común adelante. 

Un momento complicado para el equipo

La temporada, terminaba dándole una lección de humildad — y quizás, de confianza — a Carmy. Este, ahora, con un proyecto personal a cuestas y en medio de la incertidumbre de un futuro que podía bien acabar o empezar en una misma noche. Además de arruinar su relación con Claire (Molly Gordon).

La tercera comienza entre las mismas ideas y planteamientos. Pero toma una decisión que podría desconcertar, a no ser por la capacidad de la serie de sorprender. Y es de en lugar, mostrar la actividad de al día siguiente — o en cualquier caso, de la misma manera en que suele hacerlo — toma un respiro. 

Lo que muestra, es, en realidad, como Carmy se comprende a sí mismo, a la vida y a su trabajo. Un tema que mantendrá la mayor parte de la tercera temporada. En medio de su confusión, frustración y rabia, algo queda claro: la cocina es su vida. No es alguien lo dudara. Es que, de hecho, integra su personalidad a todos los niveles, a sus objetivos más privados. 

Una noche que marcará la temporada

El primer episodio tiene la capacidad de resumir lo que la temporada tres, explorará. A saber: todo lo que Carmy sueña, analiza y espera, ahora que tiene un proyecto personal a cuestas. Eso, mientras su equipo — y en especial Ritchie (Ebon Moss-Bachrach) — deben lidiar con todas sus exigencias. Si la anterior temporada, estuvo enfocada en cómo el equipo creció, la actual, tiene interés en reflexionar sobre la forma como ese crecimiento los beneficia por separado. Pero antes, Carmy, líder y Chef titular a todos los extremos que eso significa, debe empujarlos — o eso cree — en la dirección correcta.

La serie regresa con todo lo que la ha hecho relevante y significativa. Del argumento impredecible y el apartado visual, basado en la sensación de urgencia. Pero, en esta ocasión, le agrega una capa más de análisis al enfocar, la forma en que la mente de Carmy trabaja, un elemento al que se volverá a lo largo de la temporada. 

De hecho, el guion de Christopher Storer trabaja este punto de vista más subjetivo, con la inconfundible personalidad de la producción. De modo, que durante el primer episodio, el segundo y tercero, los recuerdos de Carmy — esperanza, pasión y deseos a futuro — se convierten en un hilo de pensamientos en ciclo que van y vienen desde el presente al pasado.

Una temporada que anuncia lo que vendrá en The Bear

Presentar, casi por vez primera, los pensamientos de su protagonista desde un punto de vista íntimo, brinda a la serie un territorio nuevo sobre el cual trabajar. Lo cual le lleva a través de sus siguientes episodios. Desde las más duras exigencias del chef a su equipo a los triunfos personales de cada uno de ellos. Lo que abarca un departamento nuevo para Sydney y nuevos conocimientos para el resto. La serie logra una exploración nueva de sus personajes.

Al quedar atrapado en el refrigerador, Carmy debió admitir, que el proyecto que espera llevar adelante, puede funcionar sin su obsesiva atención. Pero el episodio, como el resto de la entrega, muestra algo interesante. Carmy, centro y corazón de la serie, espera que su vida transcurra en un ciclo de éxito relacionado con lo que puede hacer y lo que no. 

Por lo que a través de la tercera temporada, el guion le muestra frustrado consigo mismo. También, decepcionado de su torpeza. Pero en especial, el argumento toma la oportunidad de este punto de debilidad, para, finalmente, profundizar con respecto al mundo interior de sus personajes. 

Con un recorrido — a través de recuerdos y flashbacks — en el que se muestra a Carmy entrenando en Copenhague codo a codo con Luca (Will Poulter), hasta su parte más vulnerable y caótica, The Bear deja algo claro. Esta será la temporada de sus personajes más queridos. Más que sus hazañas, esta vez, son hombres y mujeres llenos de una nueva vitalidad. Un punto que la serie logra mostrar con alegría, generosidad y su particular sentido del humor.