Varias de las escenas en Doctor Strange en el multiverso de la locura tienen el inconfundible sello de Sam Raimi. No solo por su tétrica visión sobre parajes y escenarios. Hay mucho de The Evil Dead y Darkman en la forma en que el realizador retrata a sus personajes. Sus claroscuros interiores, sus temibles poderes y su humanidad frágil siempre al borde de la caída en el desastre.
El director convirtió lo que podría haber sido solo una aventura a gran escala — que también lo es — en una concepción sobre el mal. También del heroísmo, de la ambición y la caída de la gran gracia del altruismo superheroico. En realidad, la premisa de la historia de Doctor Strange en el multiverso de la locura que finalmente aborda el multiverso en toda su extensión es la de la pérdida. Y una tan radical, completa y devastadora que tiene la capacidad de transformar el mundo en una reescritura de la realidad.
A la vez, Raimi explora guiños a su propia filmografía en cuanto a ritmo y diálogo con lo enigmático. Doctor Strange en el multiverso de la locura dejó atrás el brillo amable de la fase tres del Universo Cinematográfico de Marvel. Más intrigante aún, rompe el hito de los argumentos sobrios que analizan a sus historias desde la redención. Concentrada en la pérdida de la fe y en un retorcido sentido de la caída en los abismos, ningún personaje es completamente inocente.
La oscuridad llega para abarcarlo todo
Tampoco, carece de dolores, heridas y un largo mapa de horrores a cuestas. Raimi explota por primera vez el mundo de superhéroes rotos, los ausentes, los espacios vacíos. “Me vendría bien una Vengadora”, dice un Strange (Benedict Cumberbatch) abatido, culpable de decisiones inadmisibles a sus conocimientos. La Wanda de Elizabeth Olsen lo mira desde una frialdad inquietante.
La noción sobre el misterio se convierte en un ritmo argumental específico. Criaturas inexplicables que pierden un ojo y que se sacuden con una vitalidad tenebrosa frente a la cámara. La sangre como una rara concepción sobre el miedo. Las sombras que envuelven los sueños y secuencias más dolosas o las que narran la raíz misma de los mundo interiores de los personajes.
Raimi encontró en la secuela de Doctor Strange en el multiverso de la locura el lugar ideal para narrar con cuidado un mundo lleno de detalles. El estilo y la forma es por completo distinta a la de su ya icónica trilogía de Spider-Man, pero ambas comparten la emoción sombría. Finalmente, Marvel dejó atrás ese elemento casi ingenuo que sostuvo sus propuestas. Y el cambio resulta formidable.
En las regiones oscuras de Doctor Strange en el multiverso de la locura
Doctor Strange en el multiverso de la locura comienza dejando claro que el Hechicero Supremo se está enfrentando a una amenaza que le supera. Strange tiene “pesadillas”. Tan vívidas y destructoras como para ser indiferenciable del mundo real. Raimi comienza su travesía hacia lo impensable con una cierta idea de dividir el mundo en dos. Desde la primera secuencia — en que rápidamente muestra a dos personajes principales y la muerte de uno de ellos — queda claro el sentido dual del film.
La historia también contará cómo Strange lidia con las consecuencias de sus actos. La ruptura de la realidad que invade lugares desconocidos se convierte en un dilema que enfrentar. El Hechicero Supremo no es el héroe de otras entregas, el salvador o el conocer del misterio del mundo invisible. Ahora también es una víctima de sus actos.
A lo largo de la película, quedará claro que Strange — y varias de sus variantes — necesitan comprender con rapidez que el mundo tal y como lo conocen se viene abajo. Y en la primera media hora de Doctor Strange en el multiverso de la locura todo ocurre muy deprisa como para dejarlo claro. Asume la existencia de una fractura del tiempo y el espacio a un nivel desconocido. Al mismo tiempo, afronta su responsabilidad. Lo que está ocurriendo es parte de su decisiones. ¿Es tan sencillo el multiverso o tan grande el poder de Strange? La película no lo plantea de manera obvia y toma una decisión inteligente para narrarlo.
Desde los monstruos de múltiples tentáculos que demuestran la profundidad del horror en puertas, a la idea de que Strange puede morir. Los portales azules que se abren a su alrededor en imágenes inexplicables que llevan a parajes sombríos. La película analiza de una forma nueva la relación de los personajes con el poder. En especial, porque Raimi maneja incluso la idea de la realidad escindida en visiones lúcidas.
Todos los rostros de la realidad en Doctor Strange en el multiverso de la locura
El espectáculo no se limita a seguir la visión sobre la duplicidad de la realidad que Spider -Man: No Way Home anunció. Ahora Strange debe entender que el conflicto y el caos provienen del lugar menos esperado. El guion de Michael Waldron y Jade Bartlett de inmediato muestra los dos extremos del poder. Por un lado, la jovencísima América Chávez (Xochitl Gomez) tiene un tipo de poder desconocido en el Universo Cinematográfico de Marvel.
El personaje salta la acción sin presentación alguna y su arco argumental se compone a medida que la película avanza en un frenético recorrido argumental. Pero algo queda claro: América está en peligro. Después está un Strange dispuesto a defender el multiverso.
A diferencia de su versión en cómic, América es mucho más joven y carece del sentido real de sus poderes. “Voy de un lado a otro cuando estoy asustada”, confiesa, lo que por supuesto no aclara su origen ni la magnitud de sus capacidades. Pero en la película de Raimi todo ocurre con mucha rapidez que no hay tiempo para dar explicaciones más profundas e inmediatas. Las habrá — Waldron tiene la capacidad de enlazar el caos de la película en una cierta unidad temática —, pero desconcierta todo lo que pasa casi simultáneamente.
Strange comprenderá hasta qué punto es necesaria América cuando vaya en busca del otro polo de poder del film. Wanda Maximoff se muestra como una criatura trágica que no podría definirse como villana. De hecho, Raimi y Waldron se cuida mucho de hacerlo y en la mayor parte del metraje la violencia de Wanda procede del dolor. Sin nada que perder y decidida a forzar límites, el personaje deja atrás su dualidad para sostener su lado más oscuro. La Wanda de Doctor Strange en el multiverso de la locura tiene poca relación con la mujer herida de WandaVision.
La furia de Wanda se alimenta con el aprendizaje de la magia y la forma como el Darkhold ejerce influencia sobre ella. Y de nuevo, Raimi plantea la historia sobre la dualidad. No conocemos las verdaderas intenciones de Wanda (mucho menos su poder o lo que es capaz de hacer) hasta que Strange confía en ella. Hasta que le muestra el camino que puede ser la respuesta a la búsqueda incesante de Wanda y finalmente, el multiverso se desploma por completo.
Todos los mundos rotos, una visión trágica del poder
Raimi y el guion de Waldron construyen una superestructura que impulsa, empuja y explota todo el poder de sus personajes. América lleva a Strange a un viaje a través de docenas de multiversos en los que Raimi construye escenarios salvajes. Wanda va tras ellos y finalmente la Bruja Escarlata demuestra la plenitud de la magia del caos.
En varios momentos, es inevitable preguntarse cómo y de qué manera Strange podrá reducirla o vencerla. Y es esa cualidad de inevitable — como una sombra inquietante de Thanos — lo que compone a un personaje inolvidable.
No obstante, uno de los puntos bajos de la película es que Raimi no permite hacerse preguntas reales sobre el multiverso. Las realidades alternativas apenas pueden verse en un recorrido en caída libre que imita la estética de fragmentada de la serie animada ¿Qué pasaría sí…? La única realidad que puede detallarse no ofrece información más allá del dilema de los personajes. Pero una cosa está clara: en otras regiones del multiverso, los equipos del héroes también prosperan y son fuertes.
Los comentados cameos son menos espectaculares de los rumoreados. Pero al menos el de John Krasinski como Mister Fantástico es un añadido de agradecer. A pesar de su desaparición prematura, deja claro que Marvel avanzará en la dirección de traer de vuelta a la familia de superhéroes. La llegada de la Capitana Carter de Hayley Atwell es uno de los puntos más altos de la visita de Strange al salón de los esperados Illuminati.
El live action del personaje presentado en animación mantiene una pelea con Wanda que asombra por coreografía. Un poco decepcionante resulta la manera en que Wanda arrasa con la esperada aparición del Doctor Xavier (Patrick Stewart) y Black Bolt (Anson Mount). La misma suerte corre La Capitana Marvel de Lashana Lynch. Pero quizás deja claro una idea recurrente en la película: esta no es una película que explore el bien. En realidad, explora algo más profundo y raro que cualquier otra película de superhéroes. La corrupción del poder.
La bruja Escarlata, el final de todos caminos
Uno de los elementos más desconcertantes de Doctor Strange en el multiverso de la locura es el hecho de que el Hechicero no es el centro de la acción. En realidad, la película crea en Wanda el personaje más asombroso del Universo Cinematográfico de Marvel. Eso explicaría, el final ambiguo que deja claro que habrá más del personaje en el futuro. Y también, algo de considerable relevancia: Strange solo venció a Wanda a través de la emoción, jamás del poder. ¿Volveremos a ver a la encarnación de la magia del caos en el futuro? Sin duda.
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Las dos escenas poscréditos son tan eclécticas como la película. Una es un guiño gracioso para los seguidores de Raimi. La otra es la llegada de un personaje largamente esperado. ¿Las puertas abiertas a finalmente la guerra multiversal? Lo más probable es que este Strange trágico, que conoce sus límites, sin aliados y roto por la presión, sea el líder de algo más grande. Solo queda esperar.
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