Una mujer alemana de 33 años que sufrió una trombosis tras la vacuna de la COVID-19 ha denunciado a AstraZeneca por los daños ocasionados. El tribunal ha admitido la demanda y ha obligado a la compañía farmacéutica a hacer pública toda la información que posea sobre este y otros efectos secundarios de la vacuna. Esto es cierto. ¿Significa eso que los antivacunas tenían razón cuando aseguraron que íbamos a morir todos? No vayamos tan deprisa.
Es cierto que de todas las vacunas para la COVID-19 que se han comercializado la de AstraZeneca fue la más controvertida. Tanto como para que dejase de administrarse en muchos países. Los casos de trombosis tras la vacuna parecían ser más elevados que con otras opciones. Por eso, una vez que las de ModeRNA y Pfizer estuvieron ampliamente disponibles, desbancaron a la primera. Ahora bien, que un tribunal haya admitido tramitar una demanda contra la farmacéutica no quiere decir que se nos haya ocultado nada, ni que la vacuna fuese un medicamento experimental.
AstraZeneca realizó correctamente sus ensayos clínicos, como el resto de farmacéuticas implicadas. Todo fue mucho más deprisa, pero no porque se acortase la parte científica de estos ensayos. Se acortaron los trámites burocráticos para que la vacuna estuviese disponible lo antes posible. Nos iba la vida en ello. Los ensayos clínicos de cualquier fármaco conllevan inicialmente tres fases, en las que se analizan su seguridad y su eficacia. También se calcula cuál es la dosis mínima efectiva.
Después, una vez que se comercializa, comienza la fase IV de ensayos clínicos. En ella, se analizan los efectos del fármaco una vez que se distribuye por toda la población. Esto se hizo con las vacunas de la COVID-19 y con todos y cada uno de los medicamentos de nuestros botiquines. No se trata de experimentar con la población, sino de comprobar cómo se comporta el fármaco en una muestra mayor.
Los primeros casos de trombosis tras la vacuna de la COVID-19
Poco después de que se iniciase la vacunación, en diciembre de 2020, empezaron a detectarse los primeros casos de trombosis. AstraZeneca tomó cartas en el asunto y analizó los casos, concluyendo que cabía la posibilidad de que algunos estuviesen relacionados con la vacunación, aunque tampoco podía demostrarse que no fuese una casualidad.
Mientras tanto, las autoridades sanitarias de todo el mundo llevaron a cabo sus propias pesquisas. En Australia, por ejemplo, se concluyó que la trombosis con trombocitopenia, la más habitual en estos casos, se daba aproximadamente en 2-3 personas por cada 100.000 que recibían la vacuna. Era una cifra mínima, por lo que el beneficio superaba al riesgo. Aun así, cuando se pudo pasar a otras opciones más seguras, se cesó la vacunación con la vacuna de AstraZeneca, bautizada entonces como Vaxzevria.
Mientras tanto, la Agencia Europa del Medicamento calculó una incidencia similar. Además, observó que la mayoría de casos de trombosis tras la vacuna de a COVID-19 se daban en mujeres menores de 60 años, en las dos semanas posteriores a la vacunación. Este último es un dato importante. Muchos antivacunas están empeñados en relacionar la muerte de cualquier persona joven con la vacuna, por mucho que haga años que la recibió. No obstante, esta agencia concluyó que, si ocurrían después de las dos semanas, posiblemente fuese casualidad.
La opción de la casualidad no es tan descabellada
Hablando de casualidad, en 2021 se publicó un estudio en el que un equipo de científicos daneses analizaba la posibilidad de que los casos de trombosis tras la vacuna de la COVID-19 fuesen los esperables sin ningún tipo de vacunación.
Estudiaron los registros médicos de alrededor de 5 millones de personas con edades comprendidas entre los 18 y los 99 años, y 4 millones que no superaban los 64. Se analizó este segundo grupo porque era el que comúnmente recibía la vacuna de AstraZeneca.
Durante su investigación, comprobaron que entre 2010 y 2018 hubo una incidencia de 1,76 casos de tromboembolismo venoso al año por cada 1.000 habitantes de entre 18 y 99 años, y solo 0,95 entre los 18 y los 64. Estos datos no eran menores que los que se observaron una vez que comenzó la vacunación. Por lo tanto, si bien no se podía descartar la responsabilidad de la vacuna en algunos de estos casos, tampoco se podía descartar la casualidad. Al fin y al cabo, en 2018 ni siquiera existía la COVID-19, así que mucho menos la vacuna.
¿Qué pasa con otros fármacos?
Existen fármacos ampliamente distribuidos cuya relación con la trombosis se conoce muy bien. Por ejemplo, se calcula que 1 de cada 1.000 personas que toma anticonceptivos puede tener un tromboembolismo venoso. Esto serían 100 personas por cada 100.000. En Alemania, donde se ha producido esta denuncia a AstraZeneca, hay estudios que señalan unos 80 casos de trombosis por cada 100.000 personas que toman anticonceptivos.
Recordemos que los casos de trombosis tras la vacuna de la COVID-19 suelen estar entre 2 y 3 por cada 100.000.
La trombosis tras la vacuna de la COVID-19 no es peor que tras la infección
Incluso siendo cierto que se puede producir trombosis por la vacuna de la COVID-19, no debemos olvidar que los tromboembolismos son precisamente una de las complicaciones de la infección por el virus que causa la enfermedad.
De hecho, en 2023 se publicó un estudio en el que se señalaba que la trombosis venosa se puede producir en un 14,7% de las infecciones por SARS-CoV-2 y la arterial en un 3,9%. Es cierto que esto hace referencia a enfermos graves. Pero, precisamente, las vacunas evitan las infecciones graves. Por lo tanto, el balance beneficio riesgo, como ya hemos visto tantas veces, es indiscutible.
En definitiva, que un tribunal pida a AstraZeneca que muestre su información sobre trombosis por la vacuna de la COVID-19 no quiere decir que se hayan declarado culpables. La demandante ha pedido una indemnización de 250.000 euros y hasta 600.0000 euros por daños futuros, ya que aún no se ha recuperado de los efectos del coma que le causó la trombosis. El caso de esta mujer es muy triste y ojalá se recupere por completo. Pero también son tristes las millones de muertes por COVID-19 que se podrían haber evitado en todo el mundo si hubiésemos tenido vacuna desde el principio. Son muy tristes las trombosis que se producen después de la infección. Lamentablemente, no se puede demandar a un virus. Si se pudiera, el SARS-CoV-2 se habría sentado muchísimas veces en el banquillo de los acusados.