El blanco más blanco no es solo una cuestión de anuncios de lejía. Conseguir la pintura más blanca del mundo ha sido el objetivo y la obsesión de muchos científicos durante años. Se han probado todo tipo de técnicas basadas en la nanotecnología, hasta obtener una capaz de reflejar el 98,1% de la luz. Esto es especialmente útil, ya que puede servir para refrigerar edificios sin necesidad de gastar electricidad. Es algo que ya se ha conseguido, aunque sea a modo experimental. Pero los científicos detrás de estas investigaciones han querido ir más allá y buscar la forma también de refrigerar aviones y naves espaciales.

La ciencia que hay detrás es la misma. La pintura más blanca del mundo refleja la mayor parte de la luz que llega hasta ella, por lo que evita que las superficies que cubre se sobrecalienten. El problema es que, para pintar estructuras aerodinámicas y que estas lo sigan siendo, es importante que sea ligera. Y la pintura que existía hasta el momento no lo era.

Por eso, los mismos científicos de la Universidad de Purdue que desarrollaron inicialmente esta pintura blanca han estado investigando cómo aligerar la fórmula, hasta dar con una alternativa que sí que podría valer para aviones y naves espaciales. Sus resultados se publican en Cell Reports Physical Science y lo cierto es que son muy prometedores. 

Así es la pintura más blanca del mundo

Los colores no existen. Al menos no como una entidad propia. En realidad, son el resultado de cómo procesan nuestros ojos la luz que se refleja en las superficies. Cuando toda la luz se absorbe, vemos el color negro. Cuando toda-o casi toda- se refleja, el blanco. Finalmente, el resto de colores dependerán de las longitudes de onda concretas del espectro electromagnético que se reflejen y se absorban.

Hemos visto, por lo tanto, que el blanco procede de la reflexión de la mayor parte de la luz que incide en una superficie. Pero, en realidad, no se refleja el 100%. Las superficies blancas, incluso las que encontramos en la naturaleza, reflejan un porcentaje alto de luz, pero no toda. En cuanto a la pintura blanca diseñada artificialmente, hasta hace no demasiado tiempo la más blanca reflejaba un 95% de la luz. Más tarde, estos científicos de la Universidad de Purdue llegaron hasta el 98,1%.

Lo lograron utilizando una base acrílica a la que añadieron sulfato de bario. Este ingrediente es un viejo conocido de quienes trabajan con pigmentos. Cuanto más se añade a la fórmula, más blanco es el resultado. Pero hay un problema, ya que llega un momento en que la mezcla se satura y la pintura blanca se vuelve demasiado quebradiza al secarse. 

Ellos encontraron la solución utilizando nanopartículas de diferentes tamaños, que se acoplan entre ellas, dando lugar a un resultado heterogéneo que, a su vez, refleja mucho más la luz. Pero, por desgracia, es demasiado pesado para refrigerar vehículos voladores, como aviones.

La solución para pintar aviones

Los autores de la investigación observaron que para poder usar su pintura blanca en aviones deberían poder esparcir en las superficies una capa de no más de 400 micras de espesor. Esto era imposible con su receta inicial. No obstante, tras varias pruebas, vieron que si cambiaban el sulfato de bario por nitruro de boro, el resultado era mucho más fino. Es cierto que perdían algo de reflexión, pues se bajaba hasta el 97,9%. Pero la pérdida era una nimiedad, sobre todo si se tiene en cuenta que con ello conseguían capas de pintura blanca de 150 micras de grosor. 

Esto es posible gracias a que las partículas del nitruro de boro tienen una estructura muy peculiar, conocida como nanoplaquetas, que les permite agruparse en capas más finas y, a su vez, dejar entre ellas bolsas de aire que aportan un resultado mucho más ligero. De hecho, esta nueva pintura es un 80% menos pesada.

En definitiva, es una fórmula ideal para pintar todo tipo de vehículos. No solo hablamos de medios de transporte aéreos, como los aviones, sino también terrestres, como los trenes. Todos ellos podrían mantenerse más frescos en los días calurosos sin necesidad de poner el aire acondicionado a la temperatura de una convención de pingüinos, como viene siendo habitual. Se ahorra energía y, seguramente, los pasajeros lo agradecerán.