De Megalópolis se ha dicho de todo. Tanto, como para dividir a la crítica en Cannes y convertir la que se supone será la última película de Francis Ford Coppola, en un debate sobre la permanencia y valor del cine. Por un lado, están los que la consideran una obra de arte a todo riesgo, llegada en una época en el que cine se ha vuelto trivial y superficial. Al otro extremo, que se trata de una extravagancia que el director puede permitirse, pero no por eso, tiene mayor calidad. El debate está servido y no solo entre la crítica especializada, sino también, entre los fanáticos y amantes del cine contemporáneo.

Pero, por supuesto, no es la primera vez que un gran director lleva adelante un proyecto en apariencia imposible, que termina por convertirse en una pesadilla. Mucho más, cuando una vez llegado a la pantalla grande se transforma en un desastre de taquilla y opinión pública. Se trata claro de un fenómeno impredecible y es complicado decir cuando ocurrirá. No obstante, la mayor parte de las veces, estos peculiares proyectos marcan un antes y un después en la forma de comprender el cine. En especial, a medida que desafían los puntos de vista más rígidos y abren la puerta a nuevas interpretaciones del cine.

Te dejamos cinco proyectos que fueron una pesadilla de producción, una obra extravagante de sus directores y al final, un sonado fracaso. De una obra que llevó décadas enteras para llevarse a cabo, solo para decepcionar, a la cinta más personal de un autor que defraudó a su público. La selección es un recorrido a través de las visiones de algunos de los más grandes talentos del cine de todas las épocas. Pero mucho más, una visión acerca de lo que el mundo cinematográfico puede ser en sus extremos. Lo mejor que estos extraños experimentos dejaron a su paso. 

A. I. Inteligencia Artificial (Stanley Kubrick y Steven Spielberg)

El obsesivo perfeccionismo de Stanley Kubrick ya forma de la historia de Hollywood. Pero nunca quedó demostrado de forma más patente que en el engorroso, largo e inacabado proceso creativo que llevó a cabo para la película A. I. Inteligencia Artificial. El realizador comenzó con el borrador de un guion, que desarrolló durante toda buena parte de la década de 1970. Lo escribió y reescribió en tantas formas, que, finalmente, tuvo al menos una docena de versiones, todas con finales distintos y dispares. Finalmente, escogió uno y comenzó a explorar las posibilidades de rodar la película. 

Entonces, se tropezó con otro escollo. Kubrick había imaginado que David, el androide de forma infantil centro de la trama, debía ser generado por computadora. Ya fuera en la imagen o directamente un robot. Lo cierto es que el director jamás consideró la posibilidad que fuera un actor real, debido a que estaba convencido de que jamás podría mostrar el drama moral que deseaba explorar. 

Luego de años de buscar alternativas — desde animatrónicos hasta efectos especiales prácticos en el estudio Stan Winston — Kubrick se dio por vencido. O al menos, se convenció de que debía buscar ayuda para llevar el proyecto a buen puerto. Mientras todo lo anterior ocurría, el argumento pasó por las manos de escritores como Brian Aldiss, Bob Shaw, Ian Watson, y Sara Maitland.

Un final decepcionante

Finalmente, Kubrick contactó con Steven Spielberg en 1995 y cedió parte de sus derechos de autor para lograr que ambos trabajaran en el proyecto. Pero el afán de Kubrick por encontrar una obra exacta a la que imaginaba, ralentizó el proceso cinco años más. 

Solo a la muerte del director, la obra tuvo un impulso definitivo para llegar a la pantalla grande. Sin embargo, a pesar de los intentos por honrar la memoria del realizador, Spielberg tuvo que realizar una serie de cambios al guion. Ya por entonces, la obra alcanzaba el presupuesto de $100 millones de dólares, exorbitante para la época. Pero la película se convirtió en una mezcla de puntos de vista — incluido su debatido final — que la convirtió en una cinta llena de altibajos. Recibida con críticas mixtas y una discreta taquilla, se cuenta como uno de los fracasos de Spielberg

El peso del agua (Kathryn Bigelow) 

Luego de triunfos como Point Break y Strange Days, El peso del agua es un experimento que salió mal para Kathryn Bigelow. Tan mal, como para en los tempranos 2000, amenazara su carrera. En especial, cuando la obra falla de tantas maneras y formas, como para resultar un desastre de origen. 

De un argumento — que sufrió al menos tres reescrituras de parte de Alice Arlen y Christopher Kyle — a su extrañísima puesta en escena, sin lógica ni punto estético coherente. Lo cierto es que la película es una sucesión de escenas mal armadas, que tanta de narrar una historia en dos líneas temporales. Pero no solo no alcanza a lograrlo, sino que, además, se vuelve contradictoria, ridícula e incluso tediosa, para su caótico final. 

Caos detrás y frente a las cámaras

Basada en el libro The Weight of Water de Anita Shreve (quien criticó duramente la adaptación) la cinta sigue a dos personajes que se encuentran en escenarios históricos distintos. Ambos convergen en Smuttynose, una isla frente a la costa de New Hampshire. Pero ya fuera porque Bigelow no logró construir un relato sólido, nunca está muy claro qué ocurre o en qué momento cronológico se encuentra la película. También, que la cinta recibió una edición apresurada que hizo más complicada de entender su trama. 

Hubo rumores de descontento en el plató debido a las exigencias de la directora. Lo que se unió al retraso de las filmaciones debido a tormentas e incluso, una epidemia de gripe entre el elenco. Todo el caos pareció reflejarse en pantalla. Con $16 millones de dólares de presupuesto, la cinta apenas recaudó $321 mil dólares. Por si lo anterior no fuera suficiente, la crítica fue feroz con la producción, que terminó por recibir un mediocre 34% de críticas positivas en Rotten Tomatoes. En la actualidad, la directora todavía se niega a hablar de la película. 

Eyes Wide Shut (Stanley Kubrick)

El último proyecto en la vida de Stanley Kubrick, fue un desastre de principio a fin. En especial, porque el autor se empeñó en contratar al entonces matrimonio de la vida real Tom Cruise y Nicole Kidman, para básicamente interpretarse a sí mismos en la pantalla. Lo que hicieron, en medio de presiones, interminables grabaciones y rumores que Kubrick lo sometió a un tipo de exigencias, que terminaron por sacar a flote rencillas y conflictos privados. 

Fueron tan exageradas las exigencias del director a sus actores, que, en un momento dado, exigió un entrenador de intimidad. Eso, luego de declarar que Cruise y Kidman no tenían suficiente química en pantalla. Lo que, al parecer, justificaba la necesidad del realizador de crear un ambiente hostil que permitiera desarrollar su punto de vista sobre el desamor y el odio. 

Las escenas de peleas, críticas y señalamientos entre la pareja, se repetían, al menos, una docena de veces al día. Todo, con la intención que fueran los más realistas posible. Algo que terminó por retrasar el calendario de filmación y también, el presupuesto total de la obra, que terminó por duplicar el inicial. 

Un dilema interminable

Por si no fuera suficiente, una vez terminada, la película estuvo a punto de no llegar al cine. Eso, debido a la negativa del director de editar los desnudos y gráficas escenas sexuales que conformaban parte de la lista. Una decisión semejante, le valdría a la producción una clasificación X, que convertiría a un proyecto semejante en un inevitable fracaso. 

El debate alcanzó a la directiva Warner Bros., que trató de mediar, sin lograrlo, mientras Kubrick se resistía a hacer cualquier cosa sin la seguridad que el largometraje llegaría de forma íntegra a las salas. Sin embargo, Kubrick jamás llegaría a ver su obra en la pantalla grande. El cineasta murió 7 de marzo de 1999, sin todavía haber editado el metraje, que terminó por ser reducido de una clasificación más accesible para un público más amplio.

The Ladykillers (Los hermanos Coen) 

Las películas del dúo de hermanos cineastas se distinguen por la elegancia de su guion, delirante sentido del humor y atención al detalle. Todo lo que falta en esta cinta del 2004 y que se considera uno de los grandes fracasos de ambos. No solo por carecer de habilidad al narrar su conflicto, solidez visual e inteligencia al profundizar en una trama compleja. También porque la filmación fue un caos de retrasos, problemas de guion y de presupuesto. 

Eso, a pesar de tener a Tom Hanks al frente, que se convirtió en el punto de equilibrio en medio de un rodaje caótico que culminó en completo desorden. Como remake de El quinteto de la muerte (1955) de Alexander MacKendrick, el argumento intentó apegarse al original, solo para ser alterado y convertido en un relato confuso y lleno de blancos.

El resultado pareció reflejarse en la pantalla grande. The Ladykillers es considerada una de las peores películas de los hermanos Cohen. Eso, a pesar de las críticas mixtas y también, del relativo éxito en taquilla que cosechó en su momento.

Silencio (Martin Scorsese)

A pesar de que Martin Scorsese se considera uno de los directores más precisos y ordenados al momento de organizar filmaciones, lo cierto fue que este — considerado su proyecto más personal — paso por todo tipo de problemas. Con más de veinte años de preparación, fue continuamente aplazado y finalmente, descartado en más de seis oportunidades. Finalmente, el director se negó a filmar otra cosa que no fuera la película. Eso, mientras declaraba a la prensa, encontrarse obsesionado con la historia de dos jesuitas que se enfrentan a las adversidades en el Japón de 1640 para propagar el cristianismo.

Eso, luego del éxito de taquilla y crítica que representó El lobo de Wall Street, lo que dio el definitivo empujón al rodaje. Paramount Pictures invirtió $50 millones de dólares como presupuesto. Pero la cifra terminó por ser más abultaba mientras Scorsese se empeñaba por grabar en exteriores y en Taiwán. Eso, en medio de un clima atroz, problemas con el equipo detrás de cámara debido a las exigencias para lograr una obra pulcra y al final, todo tipo de inconvenientes técnicos. 

Con más de dos horas de duración, esta obra contemplativa y tensa, desconcertó al público y a la crítica. Al final, también resultó un desastre de taquilla, con una recaudación de apenas $23 millones de dólares. En la actualidad, Silencio ha sido reivindicada y se considera una obra de culto, lo que, de alguna u otra manera, confirma los esfuerzos del director por llevarla a cabo.