Las cifras de la contaminación por plásticos son muy preocupantes. Se calcula que aproximadamente se liberan al océano 8 millones de piezas de plástico cada día y 12 millones de toneladas de este material al año. Todo eso supone anualmente la muerte de 100.000 mamíferos y tortugas marinas, así como de 1 millón de aves. Los grandes plásticos son un problema, pero los microplásticos resultan si cabe aún más preocupantes, porque pueden ser invisibles a nuestros ojos.
Ponen rumbo al mar de millones de formas, desde las fibras que se liberan en nuestras lavadoras hasta el deterioro de piezas de plástico más grandes. Una vez en los océanos, comienzan un ciclo por el que pueden llegar de vuelta hasta nosotros de las formas más rocambolescas. Se calcula que 1 de cada 3 pescados que se capturan en el mar tienen plásticos en su interior. Pero ese no es el lugar más extraño en el que se han encontrado.
Los microplásticos se han hallado en ubicaciones muy dispares, tanto dentro del cuerpo humano, como en alimentos o en lugares recónditos del mundo. Se extienden sin que nos demos cuenta, por lo que, más que detener su movimiento una vez que se liberan, debemos ocuparnos de disminuir la cantidad de plásticos que se liberan y evitarlos o reciclarlos en la medida de lo posible. Por cada tonelada de plástico que se fabrica, se liberan al ambiente 2,5 toneladas de dióxido de carbono, por lo que el problema es mucho más amplio de lo que parece. La mejor solución es cortarlo de raíz.
Microplásticos en el meconio de los bebés
Se conoce como meconio a las primeras heces de los bebés recién nacidos. Por eso, resulta extraño imaginar que alguien que acaba de venir al mundo ya pueda tener microplásticos en su organismo. Pero sí que los tienen.
En 2021, un equipo internacional de científicos llevó a cabo un estudio con bebés y adultos, dirigido a analizar la cantidad de microplásticos en las heces de cada uno de ellos. Participaron 6 bebés de un año, 3 recién nacidos y 10 adultos. Es, por lo tanto, un estudio pequeño, pero sus resultados pueden explicarse con otras investigaciones y son suficientes para seguir tirando del hilo y analizar este problema.
Curiosamente, los niveles de microplásticos en los bebés de un año era mayor que el de los adultos. De hecho, al sumar la cantidad encontrada, se concluyó que era mayor en las heces de los 6 niños que en las de los 10 adultos. Esto puede explicarse por el hecho de que los niños muerden juguetes, biberones y cubiertos de plástico constantemente. También sus ropas pueden estar confeccionadas con fibras plásticas. Tiene sentido. ¿Pero qué pasaba con los bebés que aún apenas habían mordido nada?
En el meconio, los niveles de microplásticos fueron equivalentes a los de las heces de adultos. Y esto en realidad sí que tiene una explicación, ya que varios estudios señalan la presencia de microplásticos en el útero. Así, podrían estar en el organismo de los bebés incluso antes de que nacieran. No se sabe si los niveles a los que se encuentran son perjudiciales para su salud, pero vale la pena seguir estudiándolo.
Contaminación en el lugar más alto del planeta
La montaña más alta del mundo es el Everest. Pocas personas han ascendido hasta su pico. Pero los microplásticos sí que han llegado hasta allí.
Lo descubrió en 2019 un equipo interdisciplinario de más de 30 científicos que viajó por todo el valle de Khumbu en Nepal, instalando 5 estaciones meteorológicas y recogiendo cientos de muestras de roca, agua, nieve, hielo, entre otros materiales. El objetivo era obtener información para un número especial de la revista One Earth en el que se pondría de manifiesto cómo la contaminación humana llega hasta los lugares más inesperados.
Se descubrieron fenómenos muy preocupantes, como un deshielo muy acelerado, pero también otros datos sorprendentes, como la presencia de microplásticos en la nieve de un punto cercano a la cima. Concretamente, eran fibras habituales en los tejidos con los que se confeccionan las prendas para el deporte al aire libre. Por eso, lo más probable es que llegasen hasta allí con los pocos escaladores que habían ascendido al más alto de los ochomiles.
Ponme una pinta de microplásticos
Los microplásticos se han encontrado también en la cerveza. Se descubrió en un estudio publicado en 2022, en el que se contaron entre 1.212 y 9.659 partículas de microplásticos por cada 100 ml de cerveza.
Puede parecer extraño si tenemos en cuenta que esta bebida se suele envasar en botellas de vidrio o latas metálicas. Los autores de aquella investigación creen que todas esas partículas pueden proceder de las materias primas con las que se prepara la cerveza, incluyendo el agua, o de las vasijas y materiales empleados en su procesado. Curiosamente, en este y otros estudios se ha encontrado más microplásticos que en el agua mineral embotellada.
Los microplásticos también están en las nubes, pero no por distracción
Si en el agua del mar y de los ríos hay microplásticos, no es tan descabellado pensar que pueda encontrarse en las nubes, ya que estas se componen de agua evaporada de la superficie terrestre. Pero lo que sí resulta sorprendente es la cantidad en la que se encuentran, la altura y sus consecuencias.
El primer estudio dirigido a analizar la presencia de microplásticos en las nubes lo realizó un equipo de científicos japoneses. Las muestras se tomaron precisamente de nubes circundantes a los picos de dos montañas de Japón, el monte Fuji, de 3.776 metros de altura, y el monte Oyama, con su cima ubicada a los 1.252 metros.
Se descubrió que por cada litro de agua de las nubes había entre 6,7 y 13,9 piezas de microplásticos. No está claro cómo pueden llegar hasta tan arriba. Pero lo que más preocupó a los científicos es la posibilidad de que esos microplásticos se extiendan a través de la lluvia a lugares aislados en los que la mano del ser humano no ha estado tan presente. Eso haría que el plástico fuera totalmente ubicuo (que está en todas partes).
También en los testículos
Los microplásticos se han encontrado en muchas partes distintas del organismo de los seres humanos, desde la sangre hasta la leche materna, pasando por lo más profundo del sistema respiratorio. Y sí, también los testículos.
En mayo de 2024 se publicó un estudio en el que se analizaba la presencia de microplásticos en 23 testículos humanos y 47 testículos de perros. Se encontraron partículas en todas las muestras analizadas. En el caso de los testículos humanos, las muestras se habían conservado y ya no había rastro de espermatozoides. Sin embargo, en perros sí tenían muestras recientes del testículo completo y pudieron comprobar que el recuento de espermatozoides era mucho más bajo en aquellos que más microplásticos tenían. Parece que hay una relación preocupante que podría afectar a la fertilidad, por lo que habrá que seguir estudiándolo.
Lo que está claro es que, ya sea a través de los alimentos y el agua o por inhalación, los microplásticos ya forman parte de nuestro organismo a muchos niveles. Si no queremos reducir el uso de plásticos por los ecosistemas marinos (solo por eso ya deberíamos), hagámoslo por nuestra salud. Todo vuelve, y los microplásticos también regresan a nosotros.