El primer Burning Man fue un festival bastante sencillo. Un par de amigos se reunieron en una playa de San Francisco para quemar una figura humana que habían construido. Decidieron hacerlo para mantener viva una tradición practicada por la escultora Mary Grauberger. Cuando esta dejó de hacerlo, Larry Harvey y Jerry James decidieron heredar su legado. Como sucede en esta clase de ceremonias, un hippie con una guitarra apareció de la nada para cantar una canción sobre el fuego y una mujer se acercó a la estatua de madera para estrecharle la mano.
De esos humildes comienzos llegamos al día de hoy. Se volvió costumbre que 80.000 personas viajen de todos los rincones de los Estados Unidos y del mundo para quemar a un hombre de madera en el medio del desierto de Nevada. Te contamos qué hace tan fascinante al festival Burning Man para atraer a tantas personas año tras año desde sus comienzos en la década de los ochenta.
Para empezar, la quema de la figura humana fue lo que comenzó todo (explicado por los creadores como un acto radical de expresión personal) pero actualmente el festival involucra mucho más que eso. Los diez principios de la masiva ceremonia describen los criterios para crear una comunidad artística, en la cual la colaboración entre los miembros produzca experiencias trascendentales, tanto a nivel externo (obras de arte) como interno (revelaciones psicológicas, psicodélicas o de cualquier otro tipo). Ya pueden ir entendiendo por qué este es el festival hippie por excelencia.
¿Qué se hace en Burning Man?
Esta pregunta tiene la misma respuesta que la interrogante: ¿qué pasa si envías a miles de hippies a vivir en el desierto durante nueve días? Pues construyen una ciudad temporal (compuesta por cientos de campamentos temáticos que rodean el sitio que ocupa la icónica efigie) en dónde puedan dedicar su tiempo a construir carrozas de carnaval para desfilar durante las fiestas, administrar bares, clubes de comedia y discotecas temporales, en los cuales no se acepta dinero, sino “regalos”; es decir que el alcohol te sale “gratis”, pero quizás tengas que cantar una canción o recitar un poema. Por supuesto, el combustible de todo esta bacanal son las drogas psicodélicas.
Los psicodélicos son el fundamento esencial de Burning Man. Festivales como este siempre han existido, la mayoría de las veces se organizan alrededor de una sustancia psicodélica. Por lo general, estas drogas se consumen en ceremonias colectivas, ya que uno de sus efectos consiste en manifestar un sentimiento de unidad. Lo que se conoce como "la muerte del ego" es una experiencia muy común para las personas que han experimentado con LSD, psilocibina, ayahuasca, entre otros. Esto hace que la consciencia se expanda. De alguna manera, percibes a los demás seres que te rodean como parte de ti mismo, o a ti mismo y a todos ellos como parte de algún sistema milagroso.
La idea es construir un lugar distinto de cualquier otro, en el cual los factores que determinan la cotidianidad no apliquen. En nuestra sociedad actual, todo termina siendo convertido en un producto, esa es la naturaleza del sistema en el que vivimos. Aunque esto ha traído muchísimos beneficios a la civilización, resulta refrescante que existan lugares en los que se experimente la realidad en otros términos. Sin embargo, las entradas para Burning Man van desde los 575$ hasta los 2.500$, esto sin contar los demás gastos involucrados como el transporte, la alimentación, entre otros. Construir un oasis anticapitalista resulta bastante costoso.
Las carrozas festivas y las instalaciones artísticas son los elementos más icónicos del festival. Lo mejor de todo es que estos fenómenos no son planeados por ninguna administración central, por eso no hay ningún horario establecido ni una lista de actividades diarias. Las personas que asisten a Burning Man (quienes se han apodado "burners") se encargan de organizar sus propias fiestas, presentaciones musicales, ceremonias psicodélicas o proyectos artísticos. La armonía de estas iniciativas colectivas totalmente libres es lo que convierte a la celebración desértica en un evento cultural tan fascinante.
La popularidad de Burning Man ha crecido tanto que se han organizado diversas ediciones en múltiples lugares del mundo. Incluyendo España, Australia, Sudáfrica, Nueva Zelanda, Israel, entre muchos otros. Que estas experiencias se propaguen por doquier podría ser bastante constructivo, considerando que en nuestras sociedades se vive una peligrosa crisis de soledad. Festivales que busquen promover un sentimiento de unidad ayudarían a aliviar las dificultades con las que muchas personas se enfrentan en esta sociedad cada vez más atomizada.