Los Nazis estaban emocionados por la excelente oportunidad que representaban los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. Como ya lo había hecho Mussolini cuando la Copa Mundial de Fútbol se celebró en Italia un par de años atrás, Hitler estaba preparado para maravillar al mundo con los gloriosos espectáculos que su cruel régimen podía ofrecer. Fue un acontecimiento inesperado, ya que el comité olímpico le había otorgado el honor de anfitriones de los juegos en 1931, cuando Alemania tenía un gobierno democrático y socialmente liberal. Para 1936 los Nazis ya habían encarcelado o asesinado a todos sus oponentes y ahora buscaban ganar algo de prestigio internacional. Luego de debatirse si deberían aceptar la participación de mujeres, aceptaron la posibilidad, pero eso sí, nada de judíos. Esa decisión benefició mucho a Dora Ratjen.

Pero claro, con los ojos del mundo sobre sus cabezas, prohibir la participación judía sería mal visto. En la Unión Atlética Amateur Americana incluso se estaba discutiendo si boicotear los juegos ante la posibilidad de una discriminación tan grosera. Para evitar sospechas, los Nazis incluyeron en su equipo olímpico a la judía Gretel Bergmann, la que en ese momento era la mejor saltadora del país, seguida por Elfried Kaun y Dora Ratjen. Después, cuando confirmaron que el equipo americano ya se encontraba a bordo del SS Manhattan con destino a Berlín, expulsaron a Bergmann de su alineación. El año siguiente, la atleta judía abandonaría su país con rumbo a Estados Unidos, cargando con el monto máximo que los Nazis le permitían a los judíos llevarse de Alemania, cuatro dólares. Bergmann nunca olvidaría cómo estos matones arruinaron su vida y comenzó a sospechar de una conspiración perturbadora.

Desde entonces, varios medios han reportado erróneamente (el origen de la historia es un tabloide inglés que seguramente nunca llegó a entrevistar a Ratjen) que los Nazis, tratando de cubrirse las espaldas luego de expulsar a Gretel Bergmann, disfrazaron a un hombre de mujer para que así triunfara contundentemente en la categoría que la atleta judía supuestamente dominaba. La conspiración afirma que Dora Ratjen nunca fue mujer, sino que jugó el papel que le asignaron los Nazis para defender el honor del régimen alemán. La historia real es mucho más complicada y extraña que eso.

La difícil vida de Dora Ratjen

Dora Ratjen nació en una casa cerca de Bremen el 20 de noviembre de 1918. Al verla por primera vez, la partera que atendió el parto expresó confusión. Primero exclamó que era un niño, eso fue lo que escuchó su padre desde la cocina. Pero luego la mujer frunció el ceño con la mirada fija en los genitales del bebé y dijo: "Es una niña después de todo". Se sospecha que Ratjen sufría de alguna condición que dificultaba determinar su sexo, pudo haber sido intersexual. Incluso sus padres tenían dudas, pero decidieron confiar en la partera y comenzaron a criar a Dora como una niña. De todas maneras, todo lo referente a la sexualidad era algo que nunca se discutía.

Mucho tiempo después, en 1938, Dora Ratjen le diría a la policía que, a pesar de haber sido criada como niña durante toda su infancia, asistiendo a una escuela para niñas y usando faldas y vestidos, desde los diez u once años, Dora comprendió que no se estaba convirtiendo en una mujer, sino en un hombre. Se sentía muy incómodo con la identidad que le habían asignado y a la que ya se había acostumbrado, pero en esos tiempos no había nada que hacer.

Las cosas se complicaron cuando todas las otras chicas desarrollaron senos a excepción de Dora. A partir de los 17 años tenía que afeitarse las piernas cada par de días, luego experimentaría su primera eyaculación. Era impensable discutir esto con cualquiera, demasiado humillante. Comenzó a perseguir su interés por el deporte uniéndose a un club atlético. Desde los 15 años había destacado en competencias de salto, en 1934 ya era campeón regional de Sajonia y por eso uno de los principales candidatos para unirse al equipo olímpico.

Parecía estar condenado a nunca encontrar su lugar en el mundo.

Éxito deportivo y arresto

Si existía un plan Nazi para demostrar que la judía Gretel Bergmann no era necesaria en su equipo de salto, no funcionó. Elfried Kaun se quedó con la medalla de bronce, mientras que Dora Ratjen quedó en cuarto lugar. Sin embargo, dos años después, en 1938, Dora Ratjen participó en el Campeonato Europeo de Atletismo, ganando la medalla de oro y rompiendo el récord mundial en salto femenino. Así se convirtió en una estrella en toda Alemania, sus padres ostentaban los logros deportivos de su hija sobre la barra del bar familiar cuando el secreto de Dora fue descubierto.

El 27 de septiembre de 1938, luego de haber roto el récord mundial, Dora Ratjen tomó un tren desde Viena para volver a Alemania. En una de las paradas decidió salir a sentarse en la plataforma para estirar las piernas. Justo en ese momento, Hitler se encontraba en una cumbre con el primer ministro de Inglaterra, Neville Chamberlain, por lo que había un ánimo de tensión en el país. Un inspector de boletos comenzó a sospechar al contemplar la figura de Dora. Se acercó a un policía para decirle que había un hombre vestido de mujer sentado en la plataforma. ¿Quizás un espía? Igualmente, el travestismo era ilegal en Alemania en esa época. El oficial se acercó para pedirle su identificación, el documento parecía confirmar su sexo, pero el policía no lo creía, así que la llevó a la comisaría. Allí confesaría que tenían razón, Dora Ratjen era un hombre.

El campeón fue arrestado bajo sospecha de fraude, su medalla de oro fue confiscada. Con solo 19 años su vida había llegado a su fin, la farsa que tanto lo había atormentado ya no podía continuar. Pero Ratjen se sentía aliviado luego de haber cargado con una mentira por tanto tiempo.

La atleta judía Gretel Bergmann era la mejor saltadora pero fue expulsada por los Nazis.

Hoy en día no hay dudas de que los Nazis no tenían idea de que Dora era hombre. Muchísimos documentos oficiales sirven como evidencia de que el gobierno alemán se apresuró a despojar al atleta de las condecoraciones que había ganado. Incluso ordenaron exámenes adicionales para comprobar el sexo de Ratjen. Hay que tomar en cuenta de que se trataba de una de las dictaduras más opresivas de la historia. Si los Nazis hubieran querido mantener esto en secreto, hubiera bastado con dar la orden. La controversia fue bastante pública y la familia de Dora temía ser desgraciada por el escándalo. Se disculparon por la confusión y le pidieron a las autoridades que le permitieran cambiar su nombre a Heinrich, el mismo que su padre. No se sabe mucho de su vida posterior, más que fue reclutado por el ejército, sobrevivió a la guerra y luego pasó a administrar el bar de sus padres.

En 1966, la revista Time afirmó haber entrevistado a Dora Ratjen y que este había confesado entre lágrimas todo acerca de la gran conspiración de los Nazis para reemplazar a Gretel Bergmann con un hombre. Pero el artículo está lleno de imprecisiones, por ejemplo, usan el nombre "Hermann" en vez de Heinrich y afirman que estaba trabajando de mesero. El testimonio de Gretel Bergmann, que por supuesto está convencida de que los Nazis harían todo en su poder para humillar a una judía (¿quién podría culparla de eso?) también sirvió para darle veracidad al asunto. La importancia de la revista Time hizo que esta fuera la versión más compartida, incluso hay una película, Berlin '36, que pretende estar basada en hechos reales, pero su trama ilustra una conspiración que nunca existió. Heinrich Ratjen murió el 22 de abril de 2008.