Bikeriders. La ley del asfalto trae a la actualidad la cultura de las bandas de moteros de los años 50 y 60 en Estados Unidos. Estos grupos que vivían al margen de la ley han sido siempre un microcosmos muy atractivo para los enamorados de la cultura norteamericana del s.XX. Un fenómeno que ha protagonizado películas legendarias como Easy Rider y series como Hijos de la anarquía. Ahora, vuelven de la mano de Tom Hardy, Jodie Comer y Austin Butler, con Jeff Nichols a los mandos de la dirección.

La trama de Bikeriders. La ley del asfalto adapta el libro de Danny Lyon y se sumerge en el grupo conocido como los Vándalos. La película muestra el origen y desarrollo de este grupo de moteros que no eran otra cosa que hombres inadaptados en busca de su propia libertad. La cinta indaga en el transcurso de una década, desde que comenzaron el club como un grupo de amigos hasta que se expandieron por medio país. Y todo lo hace a través de la narración de Kathy (Comer), la mujer de uno de los grandes cabecillas, Benny (Butler). Por su parte, Hardy interpreta al líder y fundador de la banda.

Bikeriders. La ley del asfalto

Jeff Nichols ofrece un profundo retrato de las bandas de moteros de los años 50 y 60, la época dorada de estos grupos. Un relato desmitificador que, sin embargo, también elimina prejuicios y les devuelve su humanidad y sus valores más puros y positivos. Tom Hardy, Jodie Comer y Austin Butler brillan en sus respectivos papeles.

Puntuación: 4 de 5.

Un retrato amable

Es evidente que las bandas de moteros han sido un gran problema social durante décadas. Criminales sin escrúpulos que han destrozado la vida de mucha gente por mera diversión y sin ningún tipo de pudor. Pero en Bikeriders. La ley del asfalto no se muestra eso. Nichols se aleja de los prejuicios más negativos sobre ellos para buscar algo mucho más profundo y preciso. Su humanidad. Estos personajes no son el prototipo de yerno ideal, y el filme no tiene problema en dejarlo claro. Pero por encima de su cara amarga y tan trillada, retrata su lado más luminoso.

Porque estos moteros eran jóvenes -y no tan jóvenes- a los que el mundo les había dado la espalda. Y frente a un entorno hostil, se refugiaron en valores tan puros como el compañerismo y la amistad más sincera. Son brutos, salvajes y en ocasiones cometen los actos más atroces e injustificables. Y pese a todo, en Bikeriders. La ley del asfalto también son humanos. Personas que únicamente huyen hacia adelante a base de quemar neumático y gasolina. Gente que lucha por sí misma y por quienes están de su lado. Aunque eso suponga partirse la cara o destrozar el negocio de alguien.

Es muy interesante el enfoque puesto que permite realizar una radiografía mucho más exacta y seguramente realista sobre las bandas de moteros de lo que se había visto nunca antes en el cine. Algo que la sitúa a la altura de las mejores películas de este particular subgénero, como Salvaje o la mencionada Easy Rider. De hecho Bikeriders. La ley del asfalto es tan consciente de cuál es su lugar que incluso homenajea a ambas con dos guiños muy bien traídos. Además, tras humanizarlos, el coherente final los termina de desmitificar, de romper el sueño.

Bikeriders. La ley del asfalto

Atmósfera absorbente

Bikeriders. La ley del asfalto respira calle. Es una película salvajemente honesta, de esas que pueden llegar a considerarse de culto. Todo es muy tangible. El cuero y la tela vaquera de las chaquetas, el olor de los tubos de escape a toda potencia, el humo de los cigarros y las burbujas de las latas de cerveza. Los Vándalos abren los brazos al espectador para que sea uno más en su historia desde que se sienta en la butaca del cine y durante las dos siguientes horas.

El guion cuenta con un ritmo constante y consistente. No es para nada acelerado pero tampoco cae en la monotonía ni el aburrimiento. Bikeriders. La ley del asfalto se toma su tiempo para indagar en las numerosas capas de sus personajes, que son quienes realmente construyen la historia. La serie de sucesos que les van ocurriendo resulta tremendamente orgánica y lo interesante es ver cómo reaccionan ante ello.

En definitiva, la película trata de desentrañar la naturaleza, la esencia de estos bandidos que viajan sobre dos ruedas. Guarda, de hecho, mucha relación con películas como las de Martin Scorsese, especialmente por esa desmitificación de ciertos grupos, al estilo Uno de los nuestros (Goodfellas). Acompañado de un diseño de producción milimétricamente cuidado y de una dirección excelsa, sobre todo en lo visual, el resultado es de lo más atrayente. Merece la pena dejarse embriagar por la propuesta, a ser posible en la pantalla grande de un cine.

Bikeriders. La ley del asfalto

Protagonistas de lujo

Todos los ingredientes de Bikeriders. La ley del asfalto juegan a favor y se complementan de maravilla. Pero si la cinta es un triunfo, es gracias a sus tres principales protagonistas. Tom Hardy devora la pantalla a medida que va ganando protagonismo en la trama. El papel de líder de la banda le sienta como anillo al dedo y deja una nueva demostración de lo que es ser actor. Transmite una extraordinaria empatía y en la escena siguiente, de pronto, infunde el miedo más temible que puede sentirse.

A su lado, Austin Butler tampoco se hace pequeño. El actor asume el arquetípico papel de joven rebelde sin causa, solitario y melancólico, fiel a sí mismo. Imposible no rendirse ante el aura que desprende. Es una de las grandes estrellas de esta nueva generación de intérpretes y el de Bikeriders. La ley del asfalto está a la altura de sus mejores trabajos. Y por último está Jodie Comer. Su papel es escandaloso, no solo por la personalidad que logra darle al personaje, sino porque lo hace en una historia absolutamente de hombres. Y de hombres rudos, además. Es, desde hace años, una de las mejores actrices del planeta.

Bikeriders. La ley del asfalto

Bikeriders. La ley del asfalto es, por tanto, un retrato muy honesto y certero de las bandas de moteros de hace medio siglo. Una película grandiosa en su propia idiosincrasia, humanista y alejada de mitos, sean positivos o negativos. Un ejercicio de cine muy interesante que da lo que promete y que tiene un reparto en estado de gracia. Una obra imprescindible para ver en cines y, al apagarse las luces de la sala, pasar a ser parte de los Vándalos.